Paté de sardinas

mayo 19, 2024
Un día como hoy pero de 1935 fallecía a causa de un accidente el técnico de la RAF Thomas Shaw. Tan solo Winston Churchill y sus parientes más cercanos sabían que el fallecido no se llamaba Shaw sino Lawrence. Thomas Edward Lawrence, conocido por Lawrence de Arabia, murió en medio de una tormenta mientras intentaba esquivar a dos ciclistas con su motocicleta. Completamente hundido, decepcionado y tachado de traidor por la liga de naciones árabes con quien había luchado contra los turcos, Lawrence vivió en el anonimato desempeñando labores menores para el ejercito.

Pero ¿qué pasó? pues lo de siempre. Se enamoró de las tierras de Medio Oriente, de sus gentes, congenió con su causa y se vino arriba; no solo luchó a su lado sino que les prometió cosas que después su gobierno no cumplió. Pero no debería contar esta historia por el final que no queda bonito. Empecemos con un érase que se era como es debido.

Thomas Edward Lawrence era un arqueólogo inglés que quedó prendado por la cultura árabe y mientras excavaba, se interesó por aprender el idioma -cosa bien rara en un inglés- y se convirtió en un gran conocedor no solo de su cultura sino también de la situación histórico-geo-política de la región. Esto hizo que los servicios de inteligencia ingleses le echaran el guante. Con el pretexto de excavar en la península del Sinaí, se le ordenó que hiciera un informe topográfico de la zona con fines militares. ¿Y por qué? porque la región estaba que echaba chispas.
Te lo cuento en plan resumen: El Imperio otomano, aunque estaba en sus últimas, seguía dando mucha tralla y conquistando cada vez más territorio en contra de los intereses del Reino Unido y Francia por un lado, y por por otro traían por la calle de la amargura a las provincias árabes oprimidas por el imperio. Vaya, que los otomanos no tenían muchos amigos por la zona. Así las cosas, los británicos idearon un plan para atraer a los nacionalistas árabes ayudándoles a levantarse contra el turco. En fin, el plan de siempre, meto cizaña, que se peguen y luego me como el pastel.

Y así es como los ingleses aprovecharon el conocimiento y carisma de Lawrence que realmente amaba el mundo árabe al que consideraba -y con razón- heredero legítimo de los pueblos de la región que les fueron arrebatados por los otomanos. Tierras oprimidas y castigadas que soñaban con la autodeterminación unidos bajo un gran Estado árabe que ofreciera estabilidad a sus gentes.

Y así, tras ganarse su confianza, en 1915 logró que los líderes nacionalistas confiaran en los británicos y firmaron el protocolo de Damasco, donde la Gran Bretaña reconocía la independencia árabe a través de un solo Estado árabe,  se comprometía en la mutua defensa en la zona y muy importante, que se anularan los privilegios extranjeros, porque los árabes estaban hasta el moño de los señoritingos imperialistas vinieran de donde viniera. A cambio de esta quimera, los británicos poseería un dominio preferente en temas económicos. Ya sabes, todo por la pela.
Y mientras nuestro hombre luchaba en la rebelión árabe durante la Primera Guerra mundial,  logrando la caída del imperio e influyendo notablemente en el periodo posterior de pacificación, la Gran Bretaña hacía de las suyas:  en marzo de 1915 y en secreto,  negoció con Francia y Rusia el reparto del malogrado Imperio otomano. Casualidades de la vida, el zar se fue al garete y los revolucionarios rusos hicieron público el acuerdo del despiece. A los líderes de la revolución árabe se les tachó de traidores y colaboracionistas con los cristianos, en plan enemigos del Islam dejando cogido con pinzas el sueño de una gran Nación árabe.

Pero la puntilla, la gran traición británica, llegó tras la Declaración de Balfour, en noviembre de 1917,  donde se le prometió a los sionistas un hogar judío en Palestina. ¿Os imagináis el dolor tan tremendo que sentiría si hoy levantara la cabeza y viera el genocidio palestino? 

Y hoy es domingo de reto, de Homenajeblog donde cada mes nos colamos en cocinas ajenas y homenajeamos al anfitrión cocinado alguna de sus recetas. Este mes el turno es para Hirma del blog Sopa y pilla un blog que apenas conocía pero que tiene un montón de recetas estupendas y donde he encontrado este maravilloso paté de sardinas porque como dice el dicho, sin sardina la foca no baila, así que para estar activo y con la pila bien cargada, hay que poner una sardina en nuestro día a día. Y otra receta más, cargadita de omega3, como tiene que ser. ¡Muchas gracias, Hirma!

Ingredientes:
  • 1 lata de sardinas en aceite de oliva sin piel
  • 100gr. de queso crema (he usado 75gr. queso crema y 75gr. de labne)
  • medio limón
  • 1 cebolleta pequeña
  • perejil o cebollino fresco a tu gusto
  • pimienta

Preparación:
  1. Pon todos los ingredientes juntos -las sardinas escurridas- y tritúralos. A la hora de servir, pon unas gotas del aceite de las sardinas por encima.

Ensalada de judías verdes, atún y más

mayo 12, 2024
Querido lector, no sé si vienes de leer todo el culebrón o si has caído directamente en esta ensalada y de ser así, debo advertirte que llevó unas cuentas recetas poniendo orden en mi vida. Empecé a darle vueltas con esta tarta de pan y queso, lo expuse con este dip de berenjenas y garbanzos y me lancé con ésta y ésta y ésta otra. Cinco recetas después, me siento mejor. Estoy comiendo omega 3 a toneladas, he puesto en marcha la huerta, cosa que este año no me apetecía, estoy durmiendo menos -en plan persona adulta- y estoy hablando más de mis cosas sin que me aplaste la pereza y los "paraqués".

Siento que voy bien pero me queda aún mucha madeja enredada. Sigo sin controlar los nervios, en mis trece por levantar la voz por cualquier cosa. Me enciendo con mis discursos hable de lo que hable y claro las pulsaciones nunca me bajan de 100. Literal. El otro día quejándome del tráfico me puse a 136 pulsaciones, a lo tonto. Estoy además un poco bastante intolerable; si pido una cosa no me apetece tener que "venderla" y corto el hilo sin marear la perdiz. No le tengo paciencia a los dimes y diretes domésticos ni a los escaqueos a la hora de recoger la cocina ni a las flojeras que se manifiestan cada vez que hay que recoger el fregaplatos. 
Creo que he levantado murallas chinas en esos lugares donde antes había líneas rojas que de tanto pisarlas ya no se distinguían. Si no voy a tener paz por lo menos quiero silencio a mi alrededor. Si antes era mujer de tonterías las justas ahora me he convertido en una bruja que no pasa ni una. Ayer o anteayer, no sé, me eché a llorar cuando le dije a mi hijo pequeño "Yo no era así; tú no te acuerdas pero yo era una persona feliz y dulce". Y lo era. Porque lo era ¿no?

Me he perdido por el camino. Ya no confío en casi nadie pero me tengo que reconciliar con el mundo porque no quiero vivir con ningún rencor. Antes se me daba bien medio aceptar las cosas que no podía cambiar pero ahora me hierve la sangre y me están saliendo más "no me da la gana" de los que jamás en mis muchos cincuenta y tantos años había soltado. 

Yo no quiero ser así, ni siquiera quiero ser como la de antes, quiero ser mejor. Si he de vivir con mis dolores y mis rotos, con el culo cada día más flácido y los kilos de sobra más resilientes, si el espejo ya no me devuelve esa carita mona de niña simpática que creía que sería mía para siempre... y si y si y si,  y si he de vivir así, quiero ser mejor. Porque así, no. No quiero que la vida se me haga larga, ni vivir con la coletilla de "a ver si me muero ya de una vez" que tanto escuché a mi madre cada vez que algo se le hacía grande... no, me horroriza porque sé el daño que le hago a mis hijos y esa culpa no se supera.
Así que, ¿dónde me quede? Iba por el post-depresión de Gü. A él le vino muy bien. Creo que esa depresión le salvó la vida porque iba en una dirección equivocada. Le cambió la vida a mejor. Pero yo me quedé seca, muy cansada emocionalmente y como te decía antes, con las líneas rojas muy desfiguradas. Se volvió muy dependiente y posesivo, muy acostumbrado a que fuera su sombra, muy caprichoso con los temas del comer, exigente en muchas cosas que no debería serlo y dejé de pelear casi todo porque no deseaba vivir de batalla en batalla. Era agotador y no quería convertirme, mira tú por donde, en lo que me convertido ahora.

Necesitaba recompensas, treguas, reconocimiento, admiración, cariño... y no lo he tenido a pesar de haberlo reclamado hasta el aburrimiento. ¿O no? Ya no sé, igual que no sé de cuantas formas se lo he pedido durante estos años: con mano izquierda, con el corazón en la mano, con el alma rota, con rencor, con dolor y hasta con despecho. Ya no me acuerdo ni del orden ni del concierto. Y vivir así agota, y mucho, y te deja sin ganas, primero de salir de casa y luego de la cama. Y un buen día el caos se quedó dentro y no tengo ni idea de como lidiarlo. 

Ingredientes:
  • 500gr. judías verdes
  • 100ml. de caldo de verduras 
  • 1-2 patatas cocidas
  • 1 pimiento tipo morrón asado
  • tomate a tu gusto
  • 1 lata de atún a tu gusto
  • 1 chalota o cebolleta
  • aceitunas negras

Vinagreta:
  • aceite de oliva
  • vinagre de vino
  • 1/2 tomate
  • un poco de pimiento crudo
  • un poco de cebolleta o chalota
  • 1 ajo (crudo o asado con el pimiento)
  • sal y pimienta

Preparación:
  1. En una sartén, saltea las judías verdes con un poco de aceite de oliva. Añade un poquito de caldo de verduras (menos de medio vaso) y deja que consuma a fuego medio. Cuida que mantengan el dente y no se cuezan demasiado. Deja que enfríen.
  2. En una ensaladera, pon las judías verdes, la patata cocida en trocitos, el pimiento asado, el tomate y la chalota cortado todo en trocitos. Añade el atún y las aceitunas a tu gusto.
  3. Haz la vinagreta en una trituradora o en la minipimer. Rectifica de sal y pimienta y añádelo a la ensalada.

Ensalada mediterránea de garbanzos y pimiento asado

mayo 06, 2024
culpa 
Del lat. culpa.

1. f. Imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. Tú tienes la culpa de lo sucedido.

2. f. Hecho de ser causante de algo. La cosecha se arruinó por culpa de la lluvia.

3. f. Der. Omisión de la diligencia exigible a alguien, que implica que el hecho injusto o dañoso resultante motive su responsabilidad civil o penal.

4. f. Psicol. Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.

¿Por dónde iba? En la sopa caprichosa lo dejé todo un poco difuso. Me vendo a mí misma la moto de lo importante que es sacarlo todo para así ordenar mi caos pero lo cierto es que estoy dando un rodeo del ocho al asunto. Terminé la entrada anterior dando dos motivos por los que no quiero hacer terapia aunque lo cierto es que hay un tercero: y ese es Gü porque con él empezó todo.

Me sabe mal culparle porque al fin y al cabo es lo que hizo conmigo durante mucho tiempo. Antes de llegar los ataques de pánico, él sentía que todo lo que le pasaba era por mi causa; que su vida era una renuncia continua, que tenía que hacerse cargo de todo, que si yo estaba enferma, que si el niño, que si mi hijo mayor, que si su madre, que si el trabajo... en fin, una retahíla tras otra de ques que nos tenía cada día más en las antípodas.  De hecho, al poco de estar de baja y regresando de ver al psiquiatra, me dijo que le había avisado " Sr. Nobis, hágase a la idea de que tendrá que hacer cambios en su vida" y me dijo: "Así que ya sabes, hazte a la idea". Le contesté que eso no iba conmigo, que los cambios eran su tarea y no la mía. Claro que me afectaba, todo lo que estaba pasando me maltrataba el alma y lo más complicado de gestionar era la impotencia, el no poder cambiar las cosas porque no era mi batalla. Yo era su acompañante en esa locura pero no la causa porque lo que no supo ver es que él no era víctima mía sino de sí mismo.
Pero esa culpa ya la tenía yo tatuada aunque sin saberlo, como esa flor de lis que se marcaba en las malas mujeres. Estuvo dos años y medio en casa, haciendo mil terapias, teniéndome de perrito faldero, enfermera, confesora y hasta de thermomix, sin preguntarse en ningún momento por el desgaste que eso conlleva. Es cierto que no podía, su área de confort era sofá, ordenador y tablet. Ahí se refugiaba de sus fantasmas y de hecho, tantos años después sigue haciendo lo mismo. 

Recuerdo que un día llegó de terapia diciendo que había perdido la felicidad, que tenía que encontrarla y eso era difícil en sus circunstancias. Y ahí me tocó el moño. Le dije que la felicidad estaba donde había estado siempre: al otro lado del sofá, con mi hijo pequeño enroscado en mis brazos que como cada tarde después de cenar y antes de ir a la cama, teníamos un ataque de besos (küsselnattack), un masaje pizzero (pizzamassage), otro meteorológico con lluvia, calor o fuertes vientos sobre su espalda que nos hacía partirnos de risa.
Y así es como la culpa se volvió invisible e indolora porque pude cargar con su caos siendo a todos los efectos la única responsable. Soy mujer de carácter, de esas que dicen que tonterías las justas, de las que nunca borran la sonrisa y se emperran en ser felices a diario. Si lograba que el día empezara y terminara entre sonrisas, malo, porque era insensible.  Si terminábamos entre lágrimas, también malo, porque mi hijo pequeño sufría mucho, porque mi frase de "por favor, déjalo" la acuñó también y porque siempre me sentí responsable por no detener a tiempo las ondas expansivas que tanto daño y agotamiento dejaban a su paso. 

Tantos años después, no he logrado superar ese cansancio emocional que ha ido creciendo atrapada en una ciudad que nada me aportó en los malos tiempos, con mis soledades al alza año tras año, una vida sin recompensas por pequeñas que sean: un regalo sin venir a cuento, una invitación a cenar o una cerveza un sábado a la noche... salir a cenar ¿para qué? si tú cocinas más rico. ¿Una cerveza en el centro? ¡qué pereza!. ¿Un regalín de vez en cuando? el último fue el día de los enamorados que vino con tres (sí, tres) bomboncitos y me dijo "por no venir con las manos vacías". Por mí, se tomó la molestia de entrar en la bombonería pero no fui razón suficiente para pagar por una caja. Me sentí culpable por las ganas que tuve de tirar los bombones por la ventana. Y me sentí culpable por no haberlo hecho.

Ingredientes:
  • 150gr. de garbanzos por comensal
  • 1-2 pimientos rojos asados (a tu gusto)
  • 1 tomate
  • unos tomates secos a tu gusto
  • queso de oveja blando o tipo feta
  • aceitunas a tu gusto
  • aliño: hojas de albahaca fresca, pimentón, sal, pimienta, aceite de oliva y vinagre de vino

Preparación:
  1. En una ensaladera, pon los garbanzos junto con el resto de ingredientes menos el queso en las cantidades que más te gusten.
  2. Tritura el aliño hasta que las hojas de albahaca estén bien finas. Mézclalo con los ingredientes de la ensalada.
  3. Termina poniendo trocitos de queso por encima.

Sopa alemana de puerro con albóndigas

abril 30, 2024
pensamiento

1. m. Facultad o capacidad de pensar.

2. m. Acción y efecto de pensar. Suspender el pensamiento.

3. m. Actividad del pensar. Los comienzos del pensamiento occidental.

4. m. Conjunto de ideas propias de una persona, de una colectividad o de una época.

5. m. Frase breve y de tono serio, que refleja una idea de carácter moral o doctrinal.

6. m. Propósito o intención.

7. m. Planta herbácea anual, de la familia de las violáceas, cultivada en jardín, con flores de cinco pétalos redondeados y de tres colores.

8. m. germ. bodegón (‖ establecimiento donde se ofrecían comidas).

No sé tú, pero para mí poner palabras a los pensamientos es un ejercicio obligado para ordenar esas piezas del puzzle emocional que mi cerebro debe gestionar quiera o no quiera. Con mucha frecuencia me abruman en exceso y tiro por la calle del medio; la del sueño. Llevo meses que sería capaz de dormir el día entero sin desvelos y sin cambiar el sueño. Hace ya mucho tiempo que dejé atrás el insomnio. Ahora duermo en plan marmota para descansar de la fatiga física, emocional y creo que para no afrontar el día a día. Mientras duermo, todo se pospone, hasta mis pensamientos. 
Me siento bajo mínimos, lenta y pesada dentro de mis rutinas. El día pasa volando pero mis movimientos son los de un caracol. Las emociones me abruman con cualquier cosa; pasa una mosca y yo me echo a llorar; pierdo los nervios constantemente, por dentro y por fuera; me enfado conmigo misma porque me estoy volviendo chillona. Me paso el día entero o ausente y callada o levantando la voz y pidiendo perdón por hacerlo. Se me hace una bola infumable en el estómago y no me aguanto a mí misma. 

Así es cómo voy tirando, con un refrito de sensaciones que acumula mi pobre cerebro, mezclando sentimientos, estridencias y pesares, algunos importantes y otros no tanto, pero ahí está él intentando mediar en todo para que el cuerpo no se rinda mientras yo misma me saboteo.

Por eso, cuando hablamos o escribimos, al ordenar los pensamientos, la mente encuentra algo de consuelo, cuando menos, algo de paz bajando las revoluciones y el alboroto interior. La psicóloga de Günter, hace años cuando comenzaron la terapia, le preguntó por cómo hacía yo para llevar todo lo que estaba pasando en casa: "tiene un blog; cocina y escribe". Menos mal, dijo ella. Es verdad, menos mal porque cuando las cosas se ponen feas, me aferro al blog mezclando letras y cacerolas en plan rollo vital, buscando un motivo para levantarme, estar activa, para salir a la calle a comprar un ingrediente o un trapito nuevo que los demás ya están muy vistos. 
Y es por eso que he decido airear todo esto en el blog, para que duela menos y de paso poner orden en todo lo que sé de mi proceso, de cómo he llegado aquí. Ya adelanté algo en la entrada anterior, porque nunca hay un solo motivo, aunque sí detonantes que hacen que todo se vaya al carajo, pero las cosas siempre se las ve venir de lejos perfectamente. Lo que no sé es si estos ciclones son imparables o simplemente la pasividad nos gana la partida. 

Sea como sea, aquí estoy sin querer ir a terapia por dos razones: una, me niego a hacerla en alemán, bastante frustrante es la vida del expatriado manejando un idioma que me hace sentir como si fuera retrasada. Si ya es complicado expresarse uno en lengua madre, pues imagina en un idioma que obliga a quitarle las preposiciones a los verbos y soltarlas al final de la frase... ¡venga, hombre! cómo si me pudiera acordar si me tocaba un ein, un aus o un auf... o algo peor. Ay no, paso.

Y la segunda razón, porque lo que me queda es la terapia online y no me apetece nada de nada. NADA. No me siento perdida. No tengo ningún melón que ahora mismo quiera abrir vía Zoom. Estoy agotada y rendida. Me faltan estímulos, recompensas y vías de escape. Me siento atrapada y sin fuerzas. Así que antes de tirar la toalla, quiero intentarlo a mi manera, soltándolo todo fuera y luego ya se irá viendo. 

Es verdad que la terapia en el pasado me vino genial, ví cosas que no veía y eso me dio paz y un objetivo. Esta vez es diferente. Puede que sea una etapa de la vida por la que todas las señoras menopaúsicas con síndrome de nido vacío pasamos. Puede. En cualquier caso, el blog ha sido siempre mi mejor terapia y por lo que sea, es a él al que acudo buscando paz. Estoy en un momento en el que necesito recobrar el control de mi vida, de mis emociones; bajo ningún concepto, estoy para escuchar, entre el ruido que tengo a mi alrededor, las retahílas a lo "no debes..."  "deberías..." "tendrías que..." "lo peor que puedes hacer..."

Esta sopa es caprichosa, teníamos mucho calor y de repente nevó. De nuevo mucho calor y ahora acecha lluvia para los próximos días. Estos dramas meteorológicos son mejores con sopa. La sopa, popularmente se hace con carne picada pero me dio el punto y le hice pelotas. Como te digo, caprichos.

Ingredientes para las albóndigas:
  • 500gr. de carne picada (mezcla)
  • 1 huevo
  • miga de pan mojada en leche
  • cebolla frita
  • salsa worcester
  • un poco de mostaza
  • Sal de especias
  • perejil o cebollino picado
  • harina integral para rebozar

Ingredientes para la sopa:
  • 1 puerro 
  • 2-3 patatas grandes
  • 2 zanahorias
  • 1 vaso de vino
  • 2 vasos de caldo de carne ( sin llegar a cubrir)
  • 200 ml. nata líquida 
  • 2-3 quesillos (tipo la vaca que ríe o tranchetes en su defecto)
  • mejorana (orégano en su defecto)
  • pimienta 

Preparación:
  1. Mezcla los ingredientes de las albóndigas, haz bolitas del mismo tamaño y las rebozas en la harina.
  2. En la cazuela, con un poquito de aceite de oliva, las rehogas y dejas que se doren sin mucho aceite (necesitarás dos tandas).
  3. La misma cazuela y en el aceite sobrante (si has echado más aceite para freír la carne en lugar de dorarla, deberás quitar aceite) rehoga primero el puerro y luego las patatas y la zanahoria cortada en trozos menudos.
  4. Cubre con el vaso de vino, luego el caldo, la mejorana y deja que cueza a fuego bajo unos 30minutos.
  5. Añade el queso, la nata líquida y salpimienta a tu gusto. Deja que ligue el caldo unos 5 minutos a fuego lento.


Ensalada de judías, atún y pimientos asados

abril 25, 2024

esplín 

Del ingl. spleen 'bazo', 'melancolía', este del lat. splen, y este del gr. σπλήν splḗn.

1. m. Melancolía, tedio de la vida.

Tercera entrada consecutiva que hablo del cortisol alto. ¿Por qué? porque enfermedades -mejor dicho, patologías- aparte, el estrés, la depresión y la ansiedad convergen irremediablemente en este pozo que arrastra a nuestra microbiota -la flora intestinal- en una relación malsana que nos aplasta el poco ánimo que nos queda. Primero en este post y después en este otro, he venido poniendo un poco de contexto en la relación existente entre los estados depresivos y/o de estrés con nuestros dos cerebros.

Mira, estos son los síntomas del cortisol alto: aumento de peso, dolor de cabeza, problemas de concentración, fatiga, acné, facilidad para los moratones y dificultad para cicatrizar arañazos o heridas, dolor y debilidad muscular, irritabilidad, tensión alta, taquicardias... y alguna cosilla más. ¿A qué te suena? Pues a todas esas cosas que llevan a romperte, a los ataques de ansiedad, al "no puedo con mi vida" como eslogan.
A mi madre la recuerdo de siempre con esplín, silenciosa y apática. Se pasó el embarazo de mi hermano pequeño sentada en el viejo sillón de orejas del comedor, delante de la tele con sus cafés y cigarrillos -eran otros tiempos, no la juzgues-. Cuando me reencontré con Mila -nuestra querida Mila- le pregunté si en Daimiel mamá también era así. Me dijo que sí, que pasaba de días muy activos y alegres a no poder levantarse de la cama. 

Nunca le diagnosticaron depresión porque jamás se trató ni cuidó de su salud. Eran tiempos donde la depresión era de débiles y ella no lo fue porque estuvo en guerra civil consigo misma probablemente su vida entera. Perdió un hijo muy jovencito con una agonía larga y horrible, y estuvo a punto de perder también a Luisfer, que a día de hoy sigue luchando con las secuelas de aquel cáncer raro que padeció y que entre otros rotos, le ha dejado con la depresión por estandarte y viviendo con él en modo pensión completa.

A mi hijo mayor también le susurran los estados depresivos con demasiada frecuencia. Los malos hábitos, un padre canalla y desaparecido, y sobre todo -eso creo yo- la soledad le tiene maltrecho. Siempre huyendo de sus fantasmas refugiándose en costumbres que no le hacen bien. 
Y Günter, el penúltimo en llegar a mi vida, estuvo roto y de baja dos años y pico. Diagnóstico: burnout y estrés acumulativo que terminó en una depresión severa. Tantos años después sigue con la medicación porque le sienta bien y continua visitando a su terapeuta y al psiquiatra un par de veces al mes. Vivir con una persona como él, es muy complicado: un tipo muy muy inteligente, de mente matemática, llena de números, fórmulas y conocimiento pero con una inteligencia emocional subdesarrollada que ha tejido una dependencia afectiva conmigo que me ha dejado agotada. 

Muchos años dando, sin recibir recompensas; 20 años lejos de mi mundo y de mi hijo mayor en una ciudad que tantos años después sigo sin sentir mía, sin raíces ni arraigo. Sola, así me siento. Y aunque lo vi venir, y aunque avisé de mi agotamiento emocional, y aunque me quejé hasta el aburrimiento pidiéndole más cariño, más implicación... pidiéndole que me quisiera más y mejor, no por dentro sino por fuera, que se vieran esos afectos cuando se necesitan... pues ya ves, aquí estoy delante de esta ensalada requete Omega3, sorbiéndome los mocos y centrada en ver como salgo de ésta. Te seguiré contando porque ahora que he empezado, no lo voy a dejar a medias.

Ingredientes:
  • 500gr. de judías blancas cocidas
  • 2 pimientos rojos para asar
  • 3-4 dientes de ajo
  • 1-2 latas de atún (dependiendo del tamaño)
  • 1 huevo duro
  • aceite de oliva, sal y vinagre de vino
  • opcional: unas rodajas de tomatitos para decorar

Preparación:
  1. Asa en el horno (unos 170ºC) los pimientos rojos y los ajos con un chorrito de aceite de oliva. Una vez que enfríen, los pelas.
  2. Prepara el aliño con los ajos asados (estarán muy blanditos y los puedes aplastar con un tenedor) aceite de oliva (o del atún si es en este aceite) vinagre de vino y sal a tu gusto. 
  3. En una fuente monta la ensalada: mezcla las judías, los pimientos troceados y el aliño. Añade el huevo duro cortado en trocitos y el atún. Puedes decorar con unas rodajitas de tomates cherry.

Dip turco de berenjena, garbanzos y nueces

abril 22, 2024

Al hilo de la entrada anterior, te voy a hablar del cortisol, una hormona conocida como la del estrés.  Cuando estamos en modo ansiedad, angustia, agobio... en fin, con todas esas puñetas sin importar si son emociones reales o fakes porque el cuerpo no sabe diferenciarlas, empieza a volverse muy loco con tantos sobreestímulos, ruido y tensiones. Si no somos capaces de bajar este tren de vida tan chungo,  generamos más  cortisol de la cuenta. Mientras está en sus niveles normales, nos ayuda con tareas como el sueño, la concentración y la memoria, la glucosa, la metabolización de cosas como las proteínas, carbohidratos y grasas, la presión arterial y se encarga de darnos chutes de energía para afrontar situaciones de desasosiego y estrés.

Pero eso es cuando funciona bien. Cuando se descontrola puede ser el causante de nuestra hipertensión, dolores musculares, problemas cardiacos, insomnio, aumento de peso, mareos, cansancio, perdida de memoria... incluso puede ser el acelerante en un proceso depresivo que unido a este cuadro de síntomas pues no deja el alma hecha jirones. 
Como ya sabes, el estómago es nuestro segundo cerebro y por lo que sea -parece que hay evidencia científica- el cortisol y nuestra flora intestinal tienen una relación muy tóxica cuando uno de los dos anda con malas compañías. Si no comes bien, puedes subir los niveles de cortisol y si éste está alto, la flora intestinal se desmorona, volviéndose ineficaz en su función inmunológica dejando nuestro cuerpo muy vulnerable a la hora de coger infecciones, desarrollar intolerancias alimentarias o cuando menos, nos infla como a globos, irrita el colón, reflujos, acidez... una porquería de vida.

Y el cortisol cuando está alto, pues la toma con nuestra microbiota -la flora intestinal dicho en fino- y se enzarzan los dos en un círculo vicioso donde el cuerpo es el que sale mal parado. La alimentación es fundamental, eso ya lo sabemos. Hay muchas cosas que se pueden hacer para auto ayudarnos pero si estás que no puedes ni con tu alma, puede suponer un estrés añadido cumplir con toda la lista de deberes.
Ya sabes que no soy profesional de estas cosas. Comparto lo que sé, lo que me afecta por si puede servir de ayuda. Compartiendo experiencias es como la humanidad ha salido adelante siempre. Pero no quiero ponerlo todo de golpe, si te parece vamos dosificando porque, de verdad, cuando el psicólogo te suelta la retahíla de "Noes, sies y deberes" el ánimo se nos va al traste, así que despacito, como dice mi hermano Luisfer, en plan caracol con la casita a cuestas para encerrarte cuando el mundo atosigue.

Venga, manos a la obra: un par de noes para empezar (siempre tiene que haberlos). Tabaco y cafeína. Hay que reducirlos. Realmente, hay que echarlos fuera. Si te vale de consuelo, se puede. Llevo 20 años sin cigarrillos y he eliminado la cafeína casi al 100%. Bueno, una coca-cola en años bisiestos y poco más. Descafeinados e infusiones de Rooibos que son buenas para el hígado, el corazón y mano de santo para la jaquecas (y no es una medicina, no la puedes tomar cuando te duele; es su consumo regular quien las reduce).

¡Y la panacea! porque la hay, la madre de todas las ciencias: el Omega3. Este es el diccionario de la salud. Hay que darle sin piedad a las verduras, las semillas, las nueces y frutos secos, legumbres, carnes, lácteos e integrales. Dicho así suena a rollo de siempre pero la salud mental pasa por comer requete bien y por supuesto, sabroso y gratificante... de momento, te dejo con este dip que es una bomba de Omega3 y poco a poco iremos hablando de más cosillas. Para la próxima.
Ingredientes:
  • 2 berenjenas
  • 1 cebolla
  • 1-2 tomates dependiendo del tamaño
  • 1/2 cabeza de ajos
  • 1 taza de té de garbanzos
  • 1 taza de té de nueces
  • aceite de oliva, sal y una pizca de comino
  • opcional: un poquito de pimentón por encima (se me olvidó)

Preparación:
  1. Asa las verduras en el horno a 170ºC. cuando enfríen, lo pelas todo.
  2. En una trituradora, pon las verduras, los garbanzos, las nueces, la sal y la pizca de comino y tritura hasta que tengas una pasta uniforme.
  3. Sirve con un chorrito de aceite de oliva y un poquito de pimentón.

Tarta pan y queso

abril 18, 2024
estímulo 
Del lat. stimŭlus.

1. m. Agente físico, químico, mecánico, etc., que desencadena una reacción funcional en un organismo.

2. m. Cosa que estimula a obrar o funcionar.

3. m. desus. Vara con punta de hierro de los boyeros.
Pongamos que hablamos de nuestro cuerpo; queramos o no, tenemos un montón de estímulos, internos y externos, que nos traen y nos llevan por la vida. Esto no sé si tendrá algo de científico pero creo que sin ningún tipo de estimulación seríamos vegetales. O algo peor porque te aseguro que mis amiguitas enmacetadas reaccionan a mis cuidados y a veces les va la vida en ello. Por lo tanto, vamos a dar por buena la necesidad de nuestro cerebro a la hora de recibir stimŭlus y procesarlos convenientemente para mantener la maquinaria vital en buen funcionamiento. 

Muchos de estos estímulos, una vez procesados por nuestro cerebro, nos los devuelve en forma de emociones que a su vez activan nuestras respuestas genéticamente y por medio de un proceso algo tedioso para una chica de letras como yo, termina tocando la fibra a nuestras células que reaccionarán dividiéndose en contentas o rabiosas. Si tenemos en cuenta, que la felicidad no es ni más ni menos que una interpretación de nuestras emociones, pues dependiendo de la estimulación a la que estemos expuestos, seremos más o menos felices.
Y ahora, con toda la razón, te preguntarás a qué viene esta exposición tan retorcida del concepto "buen rollo" y "mal rollo". Pues mira, me alegro que me hagas esta pregunta porque piensa por un momento: ¿Qué pasa con la sobreestimulación a la que estamos sometidos? ¿Cómo se las arregla nuestro cerebro con este aluvión de estímulos? 

Pues muy malamente. La tecnología y el mundo digital nos ha roto todos los esquemas. Literalmente, el cuerpo no tiene tiempo para adaptarse y recibe a diario sobredosis de estímulos e información. Muchos de ellos, además, son pura filfa, fakes, patrañas que no llevan a ningún sitio: miedo al fin del mundo, a una crisis apocalíptica económica, bélica, energética, pandémica y un largo etcétera de desastres que nos tienen en vilo. 

Y filfas a parte, las cosas no mejoran: estamos expuestos a la sobrepoblación, al mega ruido, al jaleito constante a nuestro alrededor, el móvil siempre vibrando con notificaciones... el whatsapp, el muy canalla siempre al pie del cañón esperando una respuesta rápida o te cargas a la mitad de tus amistades. No hay quién lo aguante y nuestro cerebro se satura. Tanto, que nuestro sistema de defensa, que no entende de fakes, se cortocircuita y segregamos a lo bestia cortisol, la hormona que combate el estrés. 
El cortisol nos ayuda a mantener saludable el metabolismo y el sistema inmunológico pero como le tenemos por las nubes y loco perdido pues se desmadra: debilidad muscular, fatiga, humor de perros, problemas de concentración, tensión arterial alta... ¿Te suena? Y el estómago, que es nuestro segundo cerebro, se apunta a la fiesta: gases, colón irritable, dolores e intolerancias. Éste es el cuadro con el que breamos a diario cada vez más gente. 

Pero ¿qué podemos hacer? Pues en la próxima entrada te voy a hablar más del cortisol y del roto que nos hace en la flora bacteriana. Y para no ir de catastrofista y subirte el cortisol más -si cabe- te traeré una receta y consejos para mantener al susodicho a raya. 

Hoy te dejo con esta maravillosa tarta de queso y pan, facilona y riquísima que se la vi a Belén en su maravilloso blog, El toque de Belén. Originalmente es con pan de molde pero me venía mejor con panecitos de leche que tenía que gastar, por eso he reducido el azúcar respecto a la receta original. Un gustazo de receta.


Ingredientes:
  • 4 huevos XL
  • 125 gr. de azúcar
  • 500 gr. de queso quark ( o de untar desnatado)
  • vainilla
  • 250ml. de leche
  • 200gr. de panecitos de leche o pan de molde en trozos
  • 1 cdta. de polvos químicos tipo Royal
  • Mermelada a tu gusto

Preparación:
  1. Pon a remojar el pan en la leche. Reserva.
  2. Precalienta el horno a 150-160ºC(dependiendo del horno).
  3. Bate, con ayuda de unas varillas, el azúcar y los huevos. Cuando estén esponjosos y hayan aumentado el doble su tamaño, añade el queso quark y la vainilla.
  4. Cuando tengas una masa sin grumos, le añades la miga de pan mojada y desleída junto con los polvos de hornear. Hornear hasta que veas que la tarta está firme y cuajada.
  5. Deja enfriar por completo. A la hora de servir, que cada comensal se añada la cantidad de mermelada deseada. 

Ensalada de patata y salmón con salsa césar

abril 14, 2024
casquivano, na
De casco y vano1.

1. adj. coloq. Poco reflexivo, banal, voluble. U. t. c. s.

2. adj. coloq. Dicho de una persona: Que suele coquetear o establecer relaciones amorosas ocasionales o pasajeras. U. t. c. s.

Hoy vengo a rescatar, una vez más, una palabreja en periodo de extinción. Y qué pena, porque es preciosa, de esas que lo dice todo sin decir concretamente nada: un ligero de cascos insustancial, atolondrado y envanecido a veces o no, porque de puro voluble, intentar juzgar a un casquivano es algo falto de valor. A lo mejor porque la banalidad se contagia al primer contacto. O todo lo contrario. A saber. 

Es curioso que la palabra se haya convertido en vocablo viejo y desusado cuando hoy en día sus acólitos están más que nunca de moda. Las redes están llenas de chiquillos semiciegos de sensatez que buscan destacar haciendo todo tipo de estupideces; he visto a un tolái molestando a toda la parroquia en un centro comercial y, no te lo pierdas, con un guardaespaldas detrás porque parece que en más de una ya le han dado pal'duro. A otro, en no sé que país remoto, le han caído tres años de cárcel por sentarse en medio de las vías del tranvía y detener todo el tráfico urbano solo por hacer la gracieta en busca de likes. Al que grababa y a otro tolili que iba con él, también. Y suma y sigue. 

Pero no podemos echarle la culpa a la gente joven de todas las casquivanadas de este mundo porque de casta le viene al galgo y son muchas las generaciones que se han esforzado en el tiempo para que cada vez salgamos más tarambanas y dime tú ahora qué hacemos. Cómo enderezamos a estas alturas nuestro poco juicio. Ya me dirás, si vamos por mundo de cualquier manera, sin rumbo y sin luces.  

De nuevo, y te juro que sin querer, he vuelto a hacerlo; aquí estoy criticona como una yaya arrugá cortando trajes a costa de la juventud como si ellos tuvieran la culpa de que el cementerio esté lleno de casquivanos y casquivanas que nos han dejado el DNI genético lleno de barrabasadas entre microsoma y microsoma. 
Pues esta ensalada no tiene ni un pelo de casquivana. O sí, que nada he dicho de la segunda acepción de la definición y tengo que reconocerte que no me he comprometido en exceso con la salsa. Dudé si hacerla con salsa césar o con salsa de atún. Ganó la césar y ahora me alegro porque nos ha encantado pero no te voy a engañar porque la próxima vez caerá con la otra.. y es que cuando de aliños se trata, ser fiel a uno solo es imposible.  En cualquier caso, aquí te dejo esta ensalada rica en proteínas de las buenas, sabrosa y un plato principal contundente. 


Ingredientes para 3 personas:
  • 600gr. de patatas cocidas
  • 2 lomos de salmón fresco a la plancha ( con un poco de aceite de oliva, una nuez de mantequilla, un ajo y un chorro de salsa Worcester)
  • 1-2 cebolletas
  • 3 huevos duros
  • cebollino, perejil, eneldo... lo que quieras pero fresco

Aliño:
  • 4 filetes de anchoa
  • vinagre de vino
  • 1 cucharada de salsa Worcester
  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • 3 cucharadas colmadas de yogur griego
  • 2 cucharadas de queso parmesano
  • pimienta negra al gusto
  • Opcional: un diente de ajo

Preparación:
  1. Cuece las patatas y deja que enfríen. Las salas, les pones un poquito de vinagre y de aceite de oliva. Reserva.
  2. En una sartén con un poco de aceite de oliva y una nuez de mantequilla, marca los filetes de salmón con un ajo hasta que queden bien dorados. Sal pimienta y añade un chorrito de de salsa worcester. Reserva.
  3. Monta el aliño batiendo todos juntos los ingredientes. Reserva.
  4. Una vez frías las patatas, añade la cebolleta bien picada, el salmón en trozos, las hierbas, los huevos duros y lo riegas con la salsa a tu gusto. el resto de la salsa, puedes servirla directamente en la mesa y que cada comensal se sirva a su gusto.

Pudding de arroz con leche de coco

abril 11, 2024
Un día como hoy de 1954, según un estudio de True Knowledge, y basándose en 300 millones de datos históricos desde 1900 hasta 2010, se concluyó que fue el día más aburrido desde 1900.  El día en cuestión, fue un domingo en el que lo único importante que ocurrió fueron el nacimiento del intelectual turco Abdullah Abadar, unas elecciones belgas y el fallecimiento de un jugador de futbol inglés, un tal Jack Shufflebotham.

Pero ¿a quién se le ocurre calcular estas memeces? A ver, todo tiene su explicación por muy mema que ésta sea. Érase que se era, una empresa que estaba recopilando datos a saco Paco para crear a Alexa. En concreto, a ellos les correspondía inventariar datos históricos y por algún motivo -posiblemente aburrimiento- al ingeniero informático jefe del recopilatorio -un tal William-  le picó la curiosidad y se dijo: hala, a ver que nos dice el oráculo.
Pues mira por donde pero la chorrada se hizo super famosa y requete viral, todo el mundo quería saber a santo de qué una persona en su sano juicio, y que encima cobraría un pastizal por trabajar, para no aburrirse se metió en este jardín. Al Will no le quedó otra que embellecer su motivación con verborrea:  "Se nos ocurrió que podíamos ser capaces de medir objetivamente la importancia de cada día en la historia"... menos lobos William, que la historia no comenzó en el SXX y además, que en ese domingo, por lo que sea, a nadie le diera por constatar sucesos memorables, no significa que no acontecieran. 

A saber cuantas risas, jolgorios, fiestas y demás folklore verbenero pasaron ese día y si los periódicos y los historiadores hicieron caso omiso del divertimento popular de la gente corriente, no implica que esa afirmación tenga fundamento alguno. Es más, lo mismo ese día nadie constató nada porque estaban todos de parranda... yo, me lo creo. Vaya que sí.

Así que hoy, para que no te aburras comiendo lo de siempre, te traigo un pudding de arroz con leche que, para hacer el triple salto mortal, lo he hecho con leche de coco que me chifla a más no poder. Aquí en hierbas y especias, desde luego, el que se aburre es porque quiere, no hay otra.
Ingredientes para 6-8 vasitos:
  • 2 latas de leche de coco (400ml. cada una)
  • 120gr. de arroz redondo
  • 60gr. de azúcar
  • canela en rama
  • vainilla
  • opcional: un poco de ralladura de limón
  • 2 yemas
  • 3 cdas. rasas de azúcar y una de agua para el caramelo (o caramelo ya listo)

Preparación:
  1. Pin a calentar la leche de coco a fuego medio-bajo con el azúcar, la ralladura de limón (es opcional) y la canela. Cuando rompa a hervir añade el arroz, deja que cueza 20 min. removiendo de vez en cuando para que no se pegue.
  2. Retira del fuego , añade las yemas y la vainilla y liga bien el pudding.
  3. Paralelamente haz el caramelo: en una cacerola no muy grande, pon a fuego más bien alto (si está bajo no se tostará del caramelo) el azúcar y el agua. Remueve sin parar hasta que hierva y coja color. Cuidado con no quemarlo.
  4. Precalienta el horno a 150ºC (140ºC si es de aire).
  5. Pon en una bandeja los vasitos o moldes con un poco de caramelo. Rellánalos con pudding y antes de meterlos al horno, cubre el fondo del recipiente con un poco de agua caliente. Hornea unos 40 min. Deja que enfríen en la nevera por lo menos 2-3horas. 

ME APETECE

 
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